Por Adrián Freijo.

 

Para tranquilidad de tanto opinólogo que solo mira en superficie, el armado de lo que se pretende una lista única del peronismo bonaerense «parece» buscar la unidad. Pero no es así.

Al ya de por sí incalculable daño que a la república le infiere desde hace décadas una clase política inculta y prebendaria debe sumarse, en pie de igualdad, el que hace un periodismo frívolo, corrupto y con una cultura media por debajo de lo admisible para poder interpretar lo que realmente ocurre.

Por eso no es de extrañar que, entre cheques por debajo de la mesa e imposibilidad de ver más allá de la propia nariz, todo el espectro de opinadores de nuestra vida política haya pretendido ver detrás de la presentación de la «lista de unidad» para la conducción del peronismo provincial un equilibrio que los empujó a afirmar, con sugestivo y unánime entusiasmo, que Máximo Kirchner había aceptado ceder protagonismo para asumir una conducción equilibrada con los intendentes del poderoso conurbano.

Nada más lejos de la realidad y, como tantas veces, una interpretación que obliga a recordar nuevamente que no existe nada tan peligroso como tratar de interpretar al peronismo sin mirar sus resquicios y dobleces.

De los intendentes incorporados puede afirmarse que varios son meros apéndices del kirchnerismo y que algunos, como el de Lomas de Zamora Martín Insaurralde, ya han demostrado en demasiadas ocasiones estar dispuestos a cualquier genuflexión frente a una promesa de Cristina, o su hijo vocero, habilitándole una tan lejana como inasible candidatura a la gobernación provincial. De hecho el ambicioso alcalde del conurbano fue uno de los que más bregó para ceder a Máximo la conducción del partido y el encargado de recorrer, portafolio en mano, el espinel de sus colegas ofreciendo lo que fuese menester para deponer cualquier queja o exigencia.

Leo Nardini, “Juanchi” Zabaleta, Fernando Espinoza, Mariano Cascallares, Marisa Fassi, Walter Torchio y Pablo Zurro, que también aparecen en la lista de unidad, no le van en zaga en aquello de hincarse ante los mandatos del Instituto Patria siempre y cuando se les asegure la continuidad en sus distritos -algo que en lo formal dependerá del levantamiento de la limitación de las reelecciones que, de no ser posible, dará paso a la conformación de listas distritales con participación directa de los intendentes- y, siempre tan importante en el peronismo moderno, sus negocios.

Los demás intendentes convocados, en su gran mayoría, son actores de reparto que poco y nada tienen para aportar al debate o para exigir en el reparto.

El verdadero peso del nuevo conductor se da en las secciones electorales: en cinco de ella el predominio de La Cámpora aparece excluyente y algunas de sus máximas espadas estarán, lapicera en mano, resolviendo la composición de las listas para las elecciones de medio término.

Santiago Rébora, Marina Moretti, Sol Fernández, Fernanda Raverta y Andrés «el Cuervo» Larroque son los nombres que garantizan el control de Máximo (¿ó de Cristina?) al momento de definir el panorama electoral.

En el caso de Fernanda Raverta, que de esta manera consolida su dominio en la Quinta Sección electoral, no es difícil suponer que dos cuestiones que trascendieron en los últimos tiempos serán, en poco tiempo, concreciones: mantendrá su veto a cualquier alianza con Acción Marplatense, aún sabiendo que ello va representarle una fuerte fuga de votos, y va a asegurar su proyecto personal ubicando a su propio esposo Pablo Obeid al frente de la lista de candidatos a senadores provinciales por el distrito.

En resumen, y más allá de las simplificaciones en el análisis, La Cámpora logra su objetivo de colonizar al peronismo y seguramente darle otro color ideológico más cercano a los postulados de esta organización. No en vano Florencia Saintout, candidata por la octava sección e hiper kirchnerista declarada, se animó a vaticinar que  “con Máximo Kirchner, el PJ bonaerense inicia un proceso de renovación, con una agenda que recupera las nuevas demandas, pero manteniendo las históricas banderas del peronismo”. El mismo rulo ideológico intentado por el peronismo revolucionario de los años 70.

Solo Fernando Gray, cada día más solo ya que ni aún los que observan con preocupación el avance de Máximo y los suyos sobre el partido se animan a levantar la voz y acompañarlo en su gesta, parece querer oponerse a la jugada y mira al cielo esperando una señal, en forma de fallo judicial, que difícilmente vaya a llegar. La defección de su par en la conducción partidaria, el intendente de Merlo Gustavo Menéndez, lo deja a la intemperie cuando de solidificar un reclamo se trata.

Pero, poderoso caballero es Don Dinero, Menéndez -que aún tiene cuestiones pendientes con la justicia por algunas distracciones en el manejo de fondos cuando estaba al frente de los casinos provinciales, prefirió el calor del abrazo camporista que seguramente viene acompañado de tranquilizadoras gestiones en los tribunales. Alta política si las hay…

Nada nuevo bajo el sol en un momento en el que la jefa de este sector partidario -aunque en ocasiones no tan lejanas demostrase un desprecio absoluto por el PJ y sus símbolos y fundadores- va por la justicia, el Banco Central, las relaciones exteriores y el manejo de las organizaciones sociales como alternativa al viejo sindicalismo.

¿Porqué no quedarse entonces con el partido para convertirlo en un sello de goma más al servicio de sus objetivos?.

Total, ni los «especialistas» ni los «peronólogos» se van a dar cuenta de ello. Y a la gente, créanos, poco va a importarle…

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