La histórica planta industrial láctea, La Suipachense, símbolo de la localidad bonaerense de Suipacha desde 1947, enfrenta una de las crisis más graves de su trayectoria. Con salarios impagos desde julio, deudas millonarias y una caída abrupta en la producción, la continuidad de la planta y de los 140 empleos directos está en duda.

La semana pasada, dirigentes de la Asociación de Trabajadores de la Industria Lechera (Atilra) y representantes de la empresa —propiedad de capitales venezolanos bajo la razón social Maralac— se reunieron en la delegación regional del Ministerio de Trabajo en un encuentro clave para definir el futuro de la firma.

Afuera, los trabajadores marchaban al ritmo de bombos y redoblantes, expresando la tensión que domina a una ciudad de apenas 12.000 habitantes.

La situación financiera es crítica: según cálculos gremiales, la planta necesita $2.800 millones mensuales para funcionar con normalidad, pero hoy apenas recauda $500 millones.

Eso derivó en atrasos salariales, deudas con proveedores y un desplome de la producción: de los 250.000 litros de leche diarios que procesaba en sus mejores momentos, actualmente apenas llega a 40.000, un nivel que los propios empleados consideran “inviable”.

Cruce entre empresa y gremio

Mientras los trabajadores mantienen la toma de la planta, desde la compañía aseguran que se trata de “una usurpación” promovida por el sindicato y acusan a la intervención gremial de ser la causa principal de la baja productiva.

Inversión condicionada

A la par, los dueños prometieron una inversión de 3 millones de dólares, aunque condicionada a una reducción drástica de personal, algo que Atilra rechaza de plano.

Escalada del conflicto

La tensión escaló con el despido de nueve empleados, lo que generó un fuerte rechazo gremial. “Si aceptamos esos despidos, después vendrán por más. O entramos todos o quedamos todos afuera”, advirtió Cristian Frenoglio, secretario del gremio.(InfoGEI)

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